El día que nevó en Buenos Aires yo estaba con él. Me había llamado para que nos encontráramos en Tortuguitas y fuéramos juntos a San Miguel, donde él tenía que cambiar la fecha de la reserva de una sala de ensayos. La nieve, que no se repitió, ayuda a precisar nuestras edades de entonces: yo tenía veintitrés y él treinta y cinco. La memoria parece estar tan hecha de certezas como de huecos y supuestos. Sé que nos encontramos en Tortuguitas pero no hay en mí de eso ninguna imagen, lo más probable es que yo haya ido en tren y él haya estado en el andén esperándome. Después fuimos al bar que le gustaba, y salimos y volvimos a entrar un par de veces porque nos faltaban monedas para tomar el colectivo y no las conseguimos con un solo vuelto. Es probable que la tarde se nos haya ido en parte en eso. En Tortuguitas, cuando tomamos el colectivo a San Miguel, caía agua nieve.
No tuvo problemas para cambiar de día la reserva de la sala de ensayos. No recuerdo mucho más de ese día. Sí que, ya en San Miguel, a mí me alegraba la nieve y él la detestaba, sí que en esa época yo usaba saco y también zapatos que en la casa de Adriana y el Flaco me saqué para calentarme los pies en la estufa mientras Fabián no aprobaba que lo hiciera. Sí que el Flaco preguntó qué andábamos haciendo por ahí y dijimos que veníamos de chupar algo y cuando el Flaco preguntó "¿qué chuparon?" Fabián le dijo "el culo de Adriana" y el Flaco a su vez le preguntó "¿vos solo te la cogiste?" por alguna historia previa que era el chiste de Fabián pero había pasado seguramente hacía años. Recuerdo también la hospitalidad de la pareja, la belleza de Adriana, que el Flaco y yo charlamos sobre si esa nieve era motivo de alegría o de alarma, ellos tenían la edad de Fabián, yo era el más chico de los cuatro. Pero lo que recuerdo sobre todo, fue la vuelta en la noche, al bajar del colectivo, la nieve brillando sobre el pasto en medio de la oscuridad a los lados, el camino conocido renovado por el blanco de la nieve.