martes, 21 de mayo de 2013

La anécdota del parcial, bien contada

La anécdota del parcial, bien contada, y no ya como un mero paréntesis en el relato de un chat, quizás arroje algo de luz sobre nuestro "héroe". Para empezar, hay que tener en cuenta el día: miércoles. Los miércoles cursábamos juntos el práctico de Didáctica General desde las nueve de la mañana hasta la una del mediodía. Eso quiere decir que nos encontrábamos en Tortuguitas en el tren de las siete. Esto último, a su vez, quiere decir otra cosa, más importante: que alrededor de una hora antes él estaba ya en el bar de la estación, tomándose una ginebra o dos. Yo me había anotado también en Semántica y Pragmática, materia cuyo tedioso teórico transcurría entre las cinco de la tarde y las nueve de la noche. Fabián cursó conmigo ese teórico al principio, y también el práctico que iba de una a tres. Creo que fue al mes de cursada cuando abandonó la materia, que a esa altura se le había vuelto incomprensible e insoportable. Esto daba como resultado que entre la una del mediodía, cuando salíamos de Didáctica, y las nueve de la noche, hora en que tenía su práctico de Literatura del Siglo XX, él estaba ahí sin nada que hacer. Eso pasó el día del recuperatorio de Siglo XX, con el agravante de que, al margen de que no es difícil imaginar cómo llena su tiempo libre un alcohólico, esa vez él buscaba en el alcohol inspiración para el parcial.
Seguramente falté al teórico de la tarde esa vez: recuerdo la mesa en la vereda del bar y el día de sol. Eliana nos saludó cuando estábamos ahí, y por eso recordó al día siguiente en nuestro chat lo borracho que él estaba antes de rendir. Lo acompañé hasta el aula del parcial. En su práctico eran cinco alumnos nomás, pero como era un recuperatorio el aula era otra y estaba casi llena. "Esperame que en media hora salgo" me dijo antes de entrar. Tardó más de media hora, lo que era esperable, pero, y esto sí no me lo esperaba, salió furioso. Salió del aula diciendo algo sobre uno de los que rendían, un alumno ciego cuya discusión con otra estudiante, aparentemente, lo había hecho enfurecer. Después su furia se me hizo más clara: dijo que no había podido escribir nada. No por no saber responder a las consignas del parcial. Al contrario, había estudiado más que bien y era capaz, según él, de resolver sobradamente el examen. Pero el alcohol le había impedido gobernar su mano y en su escritura la letra se deformaba en garabatos al primer o segundo renglón. No sé si ya antes o durante el viaje de vuelta, o quizás al otro día, me hizo ver su cuaderno, ahí fue que entre carcajadas le dije que lo tenía que enmarcar. A Eliana la encontré en el chat al otro día y hablamos brevemente de estas cosas. De ese chat surgió una frase que me pareció buena para nombrar algún día un blog que contuviera esas anécdotas que siempre cuento de Fabián.

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